" El viajar es huir de la monotonía, conocer gentes y paisajes" Javier Reverte
Mis vacaciones del verano de 2013 parecía que iban a ser un tanto relajadas, en mi ciudad, días de playa, cafés con amigas, sin grandes desplazamientos... pero un día conoces a alguien a través de otra persona, coincides en más ocasiones, congenias, se empieza hablar del tema y de pronto Cristina y yo ya teníamos billete para viajar a Malta.
¿Por qué Malta? la verdad que se barajaban varios destinos pero teniendo en cuenta la economía y los días que coincidíamos, finalmente nos decantamos por este pequeño país. Un país europeo con el que compartimos moneda, es soleado y un lugar muy de moda para estudiar inglés por lo que todo parecía que estaba a nuestro favor, no tendríamos que calcular los precios al cambio, disfrutaríamos de sol y playa y aunque nuestro inglés no es perfecto, nos entenderíamos bien con los lugareños. Ya iréis comprobando que.... bueno, quizás no fue todo como esperábamos.
Con mi inseparable sombrero y mi guía Lonely bautizada como "La Loly"
La llegada a Malta fue de madrugada únicamente tiempo para dormir y poder levantarse temprano el día siguiente.
Nada más aterrizar y coger la maleta facturada, esa que compartíamos las dos y en la que viajaban zapatos y demás enseres imprescindibles de mujeres que pesan un quintal, nuestro siguiente objetivo era el taxi que nos llevaría a descansar al hotel.
Nada más aterrizar y coger la maleta facturada, esa que compartíamos las dos y en la que viajaban zapatos y demás enseres imprescindibles de mujeres que pesan un quintal, nuestro siguiente objetivo era el taxi que nos llevaría a descansar al hotel.
En el aeropuerto hay una taquilla donde hay precios cerrados por ciudades, cosa que se agradece ya que se evitan los engaños, sólo teníamos que decir nuestra ciudad de destino, Sliema, y comprar el tique, un taxista nos esperaba y con sólo decir el nombre del hotel no necesitó más indicaciones.
Nos montamos en su taxi y empezó el recorrido en coche. Nosotras estábamos entre cansadas y emocionadas y entre risas nerviosas susurrando nos dijimos que quizás nuestro chófer iba algo rápido, de pronto, en la carretera vemos un cartel que pone en un perfecto inglés "LA VELOCIDAD MATA", sin mediar palabra nos miramos y como acto reflejo, ambas y casi al mismo tiempo nos pusimos el cinturón de seguridad (no, no lo llevábamos puesto) nuestro estado de emoción e inquietud pasó a inmovilidad e impaciencia por llegar al destino. Como es tradición en los lugares más turísticos, como no, con un inglés algo peculiar, el taxista nos pidió una propina, propina que le dimos en parte por haber llegado enteras al hotel.
Apenas una hora en Malta y ya nos hicimos una idea del país. Lugareños algo rudos, con un inglés menos comprensible del esperado y viviendo a una velocidad de vértigo, entre muchas otras peculiaridades que iré contando en los post siguientes.
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